
Se conocen dos clases de livianas: las grandes y las chicas; la primera está prácticamente basada en la siguiriya, y suele rematarse con un cambio de este último cante; la segunda es mucho más breve y ligera, y por lo común se usa como introducción de la serrana, con la que guarda una evidente relación melódica y ambiental. Últimamente se ha difundido también una especie llamada toná liviana, olvidada durante muchos años, y cuya procedencia viene señalada por su propio bautismo. Sus letras coinciden, métricamente, con la seguidilla tradicional castellana.
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